Hay escaleras sin barandas, fallas de infraestructura y cestos llenos de basura. Pescadores reclaman por la colocación de una valla.
Basura, olores nauseabundos, escaleras sin barandas y fallas en infraestructura forman parte del paisaje cotidiano que muestra la escollera Norte. Nacida en el inicio de Playa Grande, la estructura de casi 1.100 metros fue inaugurada en 1924 y a lo largo de ese tiempo mostró numerosas mutaciones.
Uno de los paseos elegidos por los turistas ya había mostrado cambios en su fisonomía esta temporada cuando se colocó una valla que impide el paso unos 100 metros antes del morro -el final de la escollera- espacio elegido por los pescadores y por quienes -por ejemplo- se apostaban allí para despedir o darle la bienvenida a embarcaciones como la fragata Libertad.
La medida se tomó por “una cuestión de seguridad” en la que intervinieron “la Prefectura Naval Argentina y el Consorcio Regional Portuario” de Mar del Plata, explicaron desde la institución y aclararon que en ese sector “sólo tiene a su cargo el sector de amarre que está junto a la ex terminal de cruceros”, donde ahora funciona una delegación de la Policía Federal.
Marcelo vende carnada en el lugar desde “hace mucho tiempo” y aseguró que la medida “afectó mucho el trabajo, más o menos cayó como un 75 por ciento”. “Muchos pescadores eligen el morro por una cuestión de seguridad o porque están grandes y no quieren estar entre las piedras. Toda esa gente dejó de comprarme”, contó.
En sus casi 1.100 metros de longitud (mide 1.099,4 metros), la escollera Norte cuenta sólo con tres cestos de residuos, los cuales diariamente están “rebalsados”, razón por la cual numerosos desechos se desparraman tanto por el muelle como por el camino.
Sin cuidados
Además, desde la playa hasta su casi final, existen tres accesos en forma de escalera para acceder al muelle y poder ver el mar. Esas escaleras carecen de mantenimiento, por lo que muchas no cuentan con barandas o se encuentran oxidadas, lo que genera un peligro para todos los que visitan la zona. “Esos restos de baranda caen en cualquier momento, o encima de alguien o de un auto. En realidad, la escollera siempre estuvo en estado catatónico”, explicó Jorge, un asiduo pescador de la zona.
Para colmo, en pleno verano, muchos turistas pretenden conocer el punto geográfico característico y aumentan el tránsito peatonal en el lugar. Las responsabilidades sobre la zona pasan de uno a otro lado. Aunque la jurisdicción corresponde al Consorcio Regional Portuario, desde ese ente aseguraron que sólo controlan “el frente del muelle que está entre el Inidep y el frente de la terminal de cruceros”, ahora convertida en sede policial. Lo mismo sucede con la recolección de residuos: en la Municipalidad aseguraron que no les compete.